viernes, 10 de diciembre de 2010

Cheyenne Autumn (El gran combate)


Era el año 1964 cuando a la edad de 70 años, el genial John Ford decidió poner punto y final a su andadura en el género del western, en la que sería también su penúltima película. Lo hacía con una historia épica y humana, en la que narraba la odisea realizada por el pueblo Cheyenne en 1878 al abandonar la reserva de Oklahoma en la que estaban confinados en condiciones de vida pésimas, hartos de las reiteradas promesas incumplidas de los dirigentes estadounidenses y dirigiéndose a sus tierras natales en la región de Yellowstone, en un trayecto  de varios miles de kilómetros.

Si bien el propio Ford ya había tratado antes la problemática india (Dos cabalgan juntos, Centauros del desierto...) aquí el tema es abordado desde una óptica distinta, mucho más profunda, evitando el maniqueísmo, dando lugar a una enorme reivindicación del pueblo indio. Y es que aquí, son los hombres blancos los que arrancan cabelleras.

La película está rodada en un tono pausado, en la que destacan sobre todo la belleza de sus imágenes, para lo cual Ford escogió una vez más las ya míticas localizaciones del Monument Valley, en Utah. Un ritmo lento que no hace sino acentuar el dramatismo y la angustia del viaje sin retorno de los cheyennes, una travesía marcada por factores como el hambre, el frío, la desesperanza y la desolación.

Para esta última aventura, Ford contó con un reparto espectacular, cuyo protagonismo recae principalmente sobre un excelente Richard Widmark. Destaca también el buen papel realizado por el gran y habitual secundario, Karl Malden, así como la breve aparición de Edward G. Robinson, mientras que la presencia del impecable James Stewart en una suerte de interludio cómico, si bien siempre es bienvenida, no encaja muy bien con el resto del conjunto.

Cuentan que John Ford no acabó del todo satisfecho con el resultado de esta obra. Distintos problemas con la productora, que se tradujeron en recortes sobre el metraje de la cinta y en la imposición de estrellas hispanas (Ricardo Montalbán, Dolores del Río, Sal Mineo) en lugar de nativos indios como deseaba el propio Ford, hacen que quizá, aun siendo una notable película, no se encuentre entre los más aclamados trabajos de Ford.  

En todo caso, se trata de un filme más que interesante, constituyendo el mayor alegato sobre el pueblo indio realizado por mucho tiempo. No fue hasta el año 1990, cuando pudimos ver algo similar, con la hermosa película dirigida por Kevin Costner, Bailando con lobos.